Hemos escuchado centenares de veces que no es lo mismo la soltería que la soledad. Sin embargo, qué tan fácil es vivir la soltería en una sociedad donde tener una pareja es símbolo de éxito y ser soltero es percibido negativamente, casi con conmiseración.
La soltería es una forma de vida que nos otorga una gran libertad, puede ser temporal o permanente, pero en cualquier caso resulta sinónimo de autonomía. La toma de decisiones es unilateral, se refuerza la independencia individual y es una gran oportunidad para conocerse a niveles muy profundos: ¿Qué me gusta? ¿Qué no me gusta? ¿Qué estoy dispuesto a tolerar, qué no? ¿Quién soy genuinamente?
Una soltería sana lo único que evidencia es el disfrute de estar con nosotros mismos y acompañarnos en todo momento, por eso experimentamos una soledad nutritiva. Sentirse solo, desamparado, triste y compungido durante la soltería implica que nos abandonamos, nos excluimos de nosotros mismos y estamos escindidos.
Incluso, podemos llegar a sentirnos solos estando en pareja. La sensación de soledad, de vacío interior, generalmente está asociada con la baja autoestima y falta de amor propio. A veces creemos que es el otro que NO nos ve, cuando en realidad somos nosotros quienes no nos reconocemos.
Mientras estar solteros es alegre y apasionante, sentirnos solos es triste y decepcionante. Siempre podemos escoger de qué lado de la balanza ubicarnos. Con trabajo interno, a través del reconocimiento de nuestra propia valía, y asumiendo con valentía la conquista de la felicidad estando en pareja o solteros, pero nunca en soledad.