Participar de una constelación familiar es una experiencia profundamente transformadora. Esta terapia creada por Bert Hellinger y basada en la antropología social, la teoría sistémica y el psicoanálisis, busca ofrecer soluciones a los individuos a partir del reordenamiento de los roles dentro de su sistema familiar.
Esto es la teoría. En la práctica se vive desde el contacto con las emociones más profundas del constelado, especialmente cuando se trata de una terapia grupal. Cuando acudes a una constelación familiar por primera vez, no sabes muy bien con qué vas a encontrarte y sin embargo, al salir, la sensación que persiste es que tuviste acceso a una fuente de sabiduría incalculable: la de nuestros ancestros.
Cuando la terapia es colectiva, participan el terapeuta, el constelado y el grupo de asistentes, cuya energía trabaja en función del constelado asumiendo los roles de su grupo familiar para identificar dónde se encuentran los patrones que limitan el desarrollo pleno de la persona.
Lo distintivo de la terapia, es que al trabajar con la energía del sistema, quienes representan roles logran percibir sensaciones y sentimientos propios de la persona a quienes están representando. Por ejemplo: quien representa a la madre del constelado se sentirá como la madre del constelado. Quien represente a su abuelo percibirá sensaciones propias del dueño de ese rol. Nótese que la palabra clave es sentir. Durante toda la terapia el especialista pregunta constantemente a los que participan “¿cómo te sientes?”, ante cada respuesta, se van obteniendo pistas sobre cómo está funcionando el sistema para identificar sus fallas. Es un trabajo profundamente emocional, en el que la mente se calla, el ego no interviene y escuchamos la verdadera voz del inconsciente hablando a través de otros.
Una vez que el sistema es develado en su totalidad y se reconocen problemas como roles invertidos (hijos que se creen padres, hijas que actúan como esposos, etc.) o asociaciones emocionales perjudiciales (apego a la muerte, desprecio por el éxito, etc.) comienza el proceso de sanación. Los sistemas en conflicto necesitan, en primer lugar, recuperar su orden natural de acuerdo a roles y rangos, pero también necesitan reconciliarse. Para ello no hace falta otra cosa que la palabra honesta: por favor, gracias, lo siento, te amo. Parece tan sencillo que conmueve.
Las heridas emocionales suelen ser tan dolorosas que nos cuesta aceptar que podemos aliviarlas desde el entendimiento del “otro”: nuestros padres, hermanos, abuelos y tatarabuelos, parejas o socios, han hecho sólo lo que han podido hacer en las circunstancias que les tocó vivir y con las herramientas que tenían a la mano. Sólo eso, nada más. Aceptar esto e integrarlo, no desde la razón sino desde el sentir, no siempre es sencillo, pero vale la pena trabajar en ello, honrar a quienes hicieron de nosotros lo que somos y seguir adelante.
Melanie Pérez Arias
Si quieres saber más del tema, descarga «El inconsciente colectivo y las constelaciones familiares» de Bert Hellinger.