Desde el vientre materno el niño siente las emociones de su madre y se contagia. Si ella siente amor y ternura, el feto se baña de esto, pero si hay rabia y tristeza, también se conecta con esas emociones. Todos los acontecimientos en la vida de la madre antes, durante y después del nacimiento, además de la forma en que este se presenta influyen en el niño.
Todo esto hace que en el vínculo con la madre o padre el niño resulte lastimado y que surjan sentimientos, ideas y sensaciones limitantes para su vida. Rabia sin razón aparente, resentimiento, desamor, falta de vitalidad, problemas para relacionarse, enfermedades. Además, todo eso, como un círculo vicioso termina transmitiéndose, a su vez, a sus hijos.
Solo soltando el desamor, la rabia, la tristeza, el sentimiento de abandono, se puede sentir el amor. La terapia de reconciliación ayuda a liberarse de esas emociones para poder abrirse al amor y así contribuir con la libertad de las siguientes generaciones del sistema familiar y del mundo.