Para los humanistas las cifras suelen ser menos ricas que la cualidad, sin embargo, hay datos que resultan como fotografías de la realidad. Y no todas las fotografías son de uso decorativo.
Según el Instituto Kinsey (estadounidense) sólo un tercio de las mujeres alrededor del mundo experimenta orgasmos. Esta fotografía pasa a ser una historia de terror, considerando que el sexo es la actividad que refleja más claramente la apertura de nuestros sentidos, la conexión con el disfrute y la capacidad de sentir placer. Y el orgasmo es el punto más álgido, es la expresión física de lo que somos capaces de sentir, de lo que nos permitimos entregarnos a una marea de disfrute, pero especialmente, de lo que creemos –y dejamos- merecer.
Que sólo un tercio de las mujeres alcance el orgasmo no está relacionado con que sólo un tercio tenga prácticas sexuales. Si algo hemos sabido hacer como sociedad, ha sido banalizar el acto sexual. La frigidez no viene –en el mayor de los casos- por un acto, viene por nuestro marco referencial, por nuestro sistema de creencias, por nuestra concepción personal.
La pregunta es por qué sólo un tercio de las mujeres en el mundo son capaces de experimentar un orgasmo. Apartando la influencia del factor físico y biológico, así como el rol de la pareja, el orgasmo es –en todo caso- una responsabilidad personal. Y no sólo porque existe la posibilidad de masturbarse, sino porque la aceptación, la valoración y el conocimiento tienen que venir primero de la mujer, para poder luego hablar de la pareja.
sexo y cuerpo
Muchos relacionan el tema de la sexualidad/sensualidad con el acto físico. Desconociendo que el sexo es sólo una expresión del mundo interno. Una puerta –de las pocas que nos preocupamos por abrir en nuestra cultura- hacia la esencia. Una práctica de conexión con las raíces, con lo primitivo, con la liberación –auténtica- del ser. Si nos conocemos sexualmente, conocemos nuestra fuerza interna.
El cuerpo es un canal de expresión del inconsciente, por medio del cual podemos descubrirnos, si nos prestamos la atención, pero también podemos sanarnos, si sabemos usar –con intención- este canal de ambos sentidos.
Culturalmente aprehendemos las represiones que verbal o físicamente tenemos con nuestro cuerpo. Especialmente las mujeres, y más aún con la desnudez. Cuidado con la falda, las piernas no se levantan, las niñas no se tocan, ¿no te da pena que te vean?, tápate que nadie te puede ver… Sin contar con los casos particulares donde hayan existido abusos, maltratos, vejaciones por características físicas o psico-emocionales… propias o de terceros.
La memoria celular –esa que guarda en el cuerpo todo lo que nuestro inconsciente y consciente atrapan en las experiencias de vida- es una data que hay que limpiar, dejar en el sólo lo que nos impulse, pero especialmente lo que haga de nuestro cuerpo una memoria de tesoros. De esta forma no sólo conectaremos con el placer, sino con la abundancia, la vitalidad, la salud y el amor.
¿cómo reconectar con el placer?
El placer comienza cuando nuestros sentidos están despiertos, para eso tenemos que entrenarlos, pero sexualmente también debemos enfocarlos.
La mejor forma de hacerlo es explorar texturas, olores, sonidos y sabores, la vista la incorporaremos una vez estés seducida por el resto de los sentidos. Ya que la imagen es la que suele sabotear la concentración, porque le permite al cerebro –la razón- hurgar en los argumentos, los juicios y lo “ideal”.
El primer paso para que el placer venga en pareja es conocernos nosotras mismas, saber qué nos gusta, qué no, sin juicios –porque los propios son los más duros-, con libertad, sin referentes. Entender que sentir placer no es pecado, que buscar el placer no es tener baja autoestima o ser “indecente”. El sexo –y especialmente la mujer en este tema- ha sido crucificado, como un área pagana de la vida. Todo en equilibro es sano y necesario, por eso que no hagamos nuestra vida en torno al sexo, no significa que no disfrutemos el sexo en nuestra vida.
Explórate, mírate desnuda, pero con los ojos cerrados. Siente tu piel, siente las telas o texturas que tengas alrededor, dibuja tu cabello, peina tus labios. Invita a nuevos elementos a hacerte compañía, telas suaves, olores penetrantes, música inspiradora. Lee sobre sexualidad, que el oído grabe en el cuerpo la naturalidad del sexo, de sus actores, de sus fluidos, de sus orgasmos.
El punto está en comprender que es algo natural, que no se piensa, se siente; que no se controla, se libera; que no se crea, se despierta. Entiende que el placer es natural, te pertenece, te eleva, te recarga, te conecta, te expande.
Una vez te reconectes con el placer no sólo tendrás orgasmos (o los mejorarás), sino también encontrarás el disfrute en cada área y actividad de tu vida. Vivir con placer, es entender que el clímax sale de las sábanas.
Posturas
Abre tus piernas, conéctalas con la firmeza de la tierra o entrégalas al cielo. Abre tu pecho, quita las defensas de tu corazón. Mueve tu cabello y tu cabeza, sacude tus pensamientos. Aprieta con fuerza lo que tengas entre tus manos, demuéstrale al universo la determinación con la quieres lograr tus sueños. Siente la suavidad y la importancia de tu piel, arropa con amor tu vida.
Colaboradora
Ilustradora